martes, 1 de febrero de 2011

Condenados

Condenados a lamernos con miradas de plata,
como dos pares de botas o una lata y su chapa.
Como dos perros heridos que por tus voces vagan
a la vez que mis maullidos te destrozan la casa,
dormida con la siesta y tumbada en el sendero
donde se pierden las pistas de los besos y los cuerpos.
Donde plantan azucenas para ver si crecen cardos,
o destrozan los cristales para que andemos descalzos.
Y que el viento revuelva tejas para guardarte el corazón
que yo sabré conducirme por donde me lleven las nubes.
Y que la lluvia seque prados, aceras y tejados.
Yo ya en la sombra de tus labios no perderé amaneceres,
que nacimos para lamernos, para lamernos y empaparnos
nuestras lenguas y con ellas nuestros labios.
Que el viento tiene su casa y yo tengo tus velas.
A las cuales soplo amaneceres pa echarnos días abrazados.

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