lunes, 7 de marzo de 2011

Introversiones de sofá

Ayer desde este sofá rojo que me prestó mi amigo Claudio empecé a hacer reflexiones sobre un sujeto que desde hace tiempo me sigue. Este tipo se llamaba J. No sabía querer sin darlo todo y se quedó sin nada. Nadie lo supo querer como él quería. Fueron cuatro zapatazos, un portazo en las narices, veinte puñaladas y cientos de agujeros en los bolsillos. Después sólo penas y deudas que iban más allá del corazón. Hipotecado hasta los bolsillos. Cuando yo lo conocí cruzaba la calle sin mirar, nunca se ataba los cordones por si acaso, se estaba empezando a dejar la barba y el pelo largo por donde sólo le podía crecer y en su cabeza sólo había un pentagrama lleno de notas y de letras. Recogía cosas por las calles pues sentía que aunque seguían siendo útiles, fueron abandonadas como él. Era un frasco de sentimientos vacío rondando los rincones en busca de amor para llenarse.
Ahora encontró ese amor que tanto andaba buscando y lo exprime con mimo y delicadeza para no derramar ni una gota. Aunque a veces no sepa cómo hacerlo.

No hay comentarios: