viernes, 29 de julio de 2011

La montaña

Y cuando ya estaba en lo más alto, en el cenit de la montaña, donde el único olor que se podía respirar era ese característico que tiene el frío. Cuando había tanta claridad que, aún cerrando con fuerza los ojos atrincherados tras mis gafas solaneras, traspasaba la fina capa de piel que tienen los párpados y me preparaba para ver todo el camino que, con mayor esfuerzo del que podía pensar, había recorrido; llegó la tormenta.
Y llegó sin previo aviso, como siempre o casi siempre se vienen las cosas malas. Se instaló sobre mi cabeza de un soplido frío, embriagador, que hizo que contuviera la respiración durante varios segundos. Como quien recibe un pelotazo. Venía con sus maletas para quedarse sin decir durante cuánto tiempo.
Ansiedad me estás matando, me estás quitando algo de más.

1 comentario:

lobo solitario dijo...

Animate guapo k vales muxo..nada ni nadie puede kntigo...un besazo y escribe masssss