porque nunca has dado todo.
No me hables de aprender a estar solo
porque tú nunca lo has estado.
No me digas que aún hay que pensar
porque nunca te has parado a hacerlo.
No digas lo que sientes,
ni hables de lo que piensas.
Calla, como siempre,
y no digas nada.
No digas que te hice daño
porque nunca me has amado.
Y si quieres aún castigarme
y seguir con tu silencio,
que sean tus labios con tus besos. Aquellos besos, nuestros besos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario