martes, 11 de septiembre de 2012

Pollo con espinas

El tiempo paró de repente. O nosotros nos paramos para que el tiempo no siguiera. Nos besamos lentamente, como nunca lo había hecho hasta entonces. Dejando tocar los labios, sin saciar, ni morder, sin llenar la boca de humedad. Sólo los labios. Nos besamos con suavidad como esperando algo más, asustados. El amor no merece perder contra el sexo, pensé.
Magia! esa es la palabra. ¿ Por qué es tan difícil encontrar algo de magia? Joder no es tan raro, es sólo luz que casi no se ve, sólo roce de verdad. Es sólo un poco de varita, un sapo aprincesado o un zapato de cristal después del baile. Un hechizo por favor! Un sueño ceniciento que me lleve al castillo de la reina o que me saque de él, sólo un poco de varita. Varita de labios y humedad, de un te quiero verdadero salido del cuarto de atrás. Pero la magia no se encuentra por mucho que estemos condenados a buscarla o a inventarla en camas vestidas para ser desechas con sudor y colmillos y escote y polvo mañanero y de besos con los ojos abiertos... La magia te toca porque no se deja tocar. Se esconde porque no se deja encontrar. La magia no salpica cuando llora. Es tan cara que no se vende, se regala. Si no sería todo mucho más sencillo. Es frágil. Es tan blanca como negra y todo gira en torno a ella. Es algo que todos tenemos y que sólo buscamos a quién regalar.
El tiempo paró de repente. O nosotros nos paramos para que el tiempo no siguiera. Nos besamos lentamente...